La narrativa de Silvia Molina ha fluido por una constante: la recreación de atmósferas confidenciales e íntimas de las protagonistas femeninas. En La mañana debe seguir gris y La ,familia vino del norte, –por citar dos de sus libros– se pueden apreciar estos rasgos, los cuales marcan a esas mujeres que adquieren conciencia de su realidad, la asumen para enfrentar con valentía al destino, aunque a veces tengan que escarbar en su pasado para encontrarse e inventarse a sí mismas.
Un hombre cerca contiene siete cuentos, siete historias donde ellas reflexionan y viven sus propias existencias, sus desdichas y temores ante la fragilidad y complejidad de las relaciones humanas y de pareja: la espera del amante en la habitación del hotel, una reunión y un enfrentamiento indeseado en un bar donde coincide la “amiga” del marido, el agotamiento de las fórmulas en una relación ya monótona y gastada como la lluvia y los autos que transitan por el periférico, la relación padre-hija recrudecida ante el umbral de la muerte, la violenta irrupción de un adolescente en el mundo despiadado de los adultos, la distancia y los límites de los deseos insatisfechos en una relación amistosa, un girar de llave en la cerradura que no sólo abre la puerta de una casona, sino los recuerdos de la infancia transcurrida entre los miembros de la familia; elementos y situaciones detonadores en estas historias de mujeres que se desgarran por averiguar su verdad, que hablan para cuestionar a su pareja y a ellas mismas, para desembocar en el descubrimiento de sus senderos y búsquedas. En el cuento titulado “Nightmare (La noche de Mara)”, la protagonista reflexiona y se dice a lo largo del relato: “Estoy atrapada en la complejidad de la vida, siento cómo fluye, hirviendo, la sangre por mi cuerpo... No puedo impedir el proceso de la vida... Qué rápido se fracturan los sentimientos y los vínculos...” En “Mentira piadosa”, se plantea una relación opuesta, no sólo por el desarrollo físico de los cuerpos, sino por las visiones y vivencias de dos estudiantes adolescentes. Carmela, ingenua con muñeca regalo de los Reyes Magos, obediente de la madre y temerosa de los regaños del cura en el confesionario, la otra Eugenia, conocedora de las relaciones sexuales clandestinas y el alcohol como forma de olvido. Entre ellas se establece un nexo más de complicidad que de amistad, situación que Carmela no acaba de entender, obsesión que la persiguió hasta sus años de madurez en que se encuentra con Eugenia, para que de sus propios labios se le revelara la verdad de esos años: “Pensaba en lo que me había relatado y callé otra vez. Sabía que saliendo de allí sus palabras y su imagen iban a acompañarme durante algún tiempo.”
El recurso más socorrido por la autora en la estructura y andamiaje de estos textos es el juego de los flash-backs, que cumplen a la perfección las intenciones de la historia contada; enriquecen al texto en cuanto brota en el presente una voz narradora que describe desde el pasado, logrando que el relato gane en desenvoltura y amenidad; por otra parte proporciona al lector otras imágenes de los personajes, que le darán una visión menos fragmentaria.
En Un hombre cerca, Silvia Molina, muestra a los personajes en momentos decisivos de sus vidas, donde arañan con nostalgia los recuerdos, para un audaz enfrentamiento a todos esos fantasmas que agazapados acechan, tal vez a la vuelta de cualquier esquina.